La Voz de Ituzaingó aportó el tipiado y digitalización del libro, autoría de Rolando Goyaud con colaboración del profesor Ricardo Castillo.

ABORIGENES. QUERANDIES. SU ADAPTACION AL MEDIO

CARACTERISTICAS DE SU ADAPTACION AL MEDIO
Su aspecto físico se destacaba por su alta estatura, su cabeza alargada, alta y maciza. Se parecían a los patagones aunque es de hacer notar que la estatura de los aborígenes descendía a medida que se avanzaba de sur a norte.
El cronista español Fernández de Oviedo escribe en base al testimonio del acompañante de Gaboto, don Alonso de Santa Cruz, que los querandíes eran gente robusta, morena y “mayores que los alemanes”.
Pero más allá de las diferencias que tenían los pampas entre sí, poseían una antigua procedencia en común, al igual que un estilo de vida y tradiciones similares y probablemente, su lengua provenía de un origen común.
En el aspecto religioso reconocían un dios supremo que denominaban “Soychu” con el cual se encontraban al morir. Por eso, a los muertos los llamaban “Soychuhet” (gente de dios) y una divinidad maligna que denominaban “Gualichu”.
La interpretación de las señales divinas y la invocación a lo supremo estaba a cargo del “shaman” o mago al cual también correspondían las prácticas curativas.
De las prácticas funerarias se conoce poco, pero por hallazgos arqueológicos correspondientes a grupos pampas de occidente con un pasado y tradiciones comunes se deduce que estas serían similares y consistían en el entierro del cuerpo y su posterior exhumación un año después para separar los huesos del resto y conservarlos.
Las viviendas eran paravientos construidas con palos y con cueros de animales. 
Las armaban y desarmaban con gran facilidad. Ilustración: Michenzi, 1996.


DOCUMENTO 3:“…todos lloran al difunto aun no siendo parientes, veinticuatro horas y se repelan los cabellos. Al año se juntan otra vez, le desentierran y por ser el lugar húmedo aún tiene la carne. El cirujano o anatomista le limpia los huesos que seca al sol y luego los pinta de colorado, amarillo y otros colores, y la carne entierran. Si por  alguna circunstancia un perro la descubre este es muerto. Los huesos pintados se ponen en una bolsa de pellejo de varios colores y los cubren con la mejor ropa que tienen, y el padre o pariente trae el mejor caballo que se mata y reparte entre todos los que lloran, repelándose la cabeza y pintándose de negro y coloreando la cara. Luego ponen los huesos en alforjas pintadas y sobre un caballo los llevan a una casa junto al hábitat, que es siempre la primera construcción cuando se mudan”. (A. Serrano, Los primitivos habitantes del territorio argentino, en Los indios de Buenos Aires, de Daniel Conlazo).

Con la llegada de los españoles conocieron el caballo y el vacuno, los cuales se incorporan a su estilo de vida (ganado cimarrón) y que se habían extendido por toda la llanura circundante.
Se calcula que entre la primera y segunda fundación de Buenos Aires, los animales abandonados por Mendoza alcanzaron, a la llegada de Garay, las 100.000 cabezas.
Es en este período de 40 años precisamente, la incorporación del caballo a la vida del aborigen.
Estos pueblos de vida nómade que se alimentaban de lo obtenido por la caza y pesca cambiarán con el uso del caballo sus prácticas de supervivencia.
La alfarería, si bien rudimentaria, era practicada por los querandíes pero para esta época de contacto con el español y la llegada del caballo a América, será sustituida por la cestería, con tejidos bien tramados. También fabricaban redes para pescar.
La caza del venado, su principal presa, se realizaba a pie hasta cansar al animal y con la ayuda del uso de boleadoras.
Los grupos respondían a jefes o caciques y con el nombre de éstos se los individualizaban, no existiendo mayores diferencias sociales. Los grupos eran de cantidades considerables y se trasladaban periódicamente de una región a otra en busca de alimentos participando de esta actividad toda la tribu.
Se calcula que en el siglo XVI la cantidad de querandíes alcanzaría los 12.000 individuos, en tanto el pueblo guaraní, de una cultura sedentaria (agricultores) llegarían a 30.000.
Las excavaciones arqueológicas realizadas en Fontezuelas y Arrecifes permitieron hallar restos líticos y de alfarería de gran importancia, pero no centros de asentamiento o enterratorios.
Sus paraderos eran las cercanías de los ríos (riachuelo de Los Navíos, de Las Conchas, Carcarañá y río Luján) y los parajes donde cazaban.
Sus viviendas eran precarios paravientos realizados con palos y cueros. Estas al principio eran de venados y luego de cueros de caballo. Se armaban, desarmaban y trasladaban con suma facilidad.
Se alimentaban con peces, moluscos fluviales, animales salvajes, maíz, frutas y después del año 1540 con vacunos. En épocas de abundancia de langostas, también era común la quema de pastizales para obtenerlas tostadas como alimento.
La vestimenta era confeccionada también con cueros y con fibras vegetales. Consistía en una “pampanilla” que cumplía la función de taparrabos y un “pellón” que era una larga capa de uso común entre los aborígenes de la Patagonia.
Respecto a su origen, desde el siglo pasado, se desarrollaron distintas teorías. Diversas corrientes consideraron que provenían de araucanos, guaraníes, guaycurúes, tehuelches y actualmente, como se ha fundamentado, resulta más firme considerar que su origen fue de pueblos pampas no araucanizados.
Los querandíes meridionales fueron exterminados rápidamente en los primeros choques con los españoles. Un enfrentamiento destacado por su magnitud y crueldad y celebrado en los documentos del conquistador, es el que tuvo lugar en 1583 entre Juan Ruiz de Ocaña y la tribu del cacique Telomian Condie, en el riachuelo de Los Navíos a 24 kilómetros de su desembocadura.
Su carácter nómade los hacía resistentes al sometimiento, reacios a la encomendación y a la vida sedentaria que pretendían los españoles alejándose, paulatinamente, de Buenos Aires y del contacto con el hombre blanco, recluyéndose hacia el norte en la zona chaqueña y hacia el oeste en las serranías de Córdoba; mezclándose con pueblos de origen araucano con los cuales tenían puntos de encuentros culturales y estilos de vida, lo cual contribuyó, posteriormente, a generar cierta confusión en cuanto a su origen.
En el siglo XVIII sufrieron un proceso de araucanización con culturas provenientes de Chile. Esto será conocido por el hombre blanco en las campañas al desierto de Rosas y de Roca y en las incursiones al interior en busca de sal o cueros (vaquerías).
Los vecinos de Buenos Aires, Córdoba y San Luis los seguían llamando pampas pero desconocían la araucanización que sufrían. La sustitución ética era gradual y la identificación de los grupos aborígenes era por el nombre del  cacique.
Las armas y herramientas, óseas y líticas, que usaban tanto para la caza como para la guerra  estaban constituidas por: flechas, dardos, bola perdida, hondas, lanzas, boleadoras, cuchillos y raspadores.
Es de hacer notar que los españoles lo empujaron a la guerra ya que habían recibido a Mendoza primero y Gaboto después con gran hospitalidad según lo testimonia Ulrico Schmidl, cronista e integrante de la expedición que fundó Buenos Aires en 1536: “…ahí hemos encontrado en esta tierra un lugar de indios los cuales se han llamado querandíes. Ellos han sido alrededor de tres mil hombres formados con sus mujeres e hijos y nos han traído pescado y carne para comer…” Su aprecio por la vida quedó testimoniado por el padre Lozano: “…por cada pariente que se muere se cortan sus deudos el antejo de un dedo y persiguen al hechicero que es su médico, porque siempre creen que vino la muerte por maleficio suyo y no paran hasta que le privan la vida…”
En la llanura argentina abundó durante siglos el venado y los querandíes se especializaron en su caza que era a pie ya que desconocían el caballo corriéndolos, hasta cansarlos. Eran grandes caminadores y en su desplazamiento cubrían grandes distancias bebiendo la sangre de venado para combatir la sed.
Schmidl refiere: “…ellos tiran esta bola alrededor de las patas de un caballo o de un venado de modo que tienen que caer…”.
Dice, además, que encontraron “…mucho pescado y harina de pescado…”.
Gaboto relatará posteriormente, ante las Cortes en España que los querandíes se negaron a acompañarle en la búsqueda del mítico rey blanco en tierras peruanas porque creían que los españoles “…no podían sufrir el trabajo del camino porque en jornadas de ocho horas no fallaría agua…”, en cambio “…ellos se sufrían dos o tres días aya beber e cuando bevía  era sangre de venados que matavan para este efecto…”
Luis Ramírez, soldado de la fortaleza de Gaboto a orillas del Carcarañá, en su carta del 10 de julio de 1528 menciona: “gre porque su principal mantenimiento es a la causa de ser la tierra muy falta de agua…”
En tanto, las crónicas de Fernández de Oviedo mencionan que eran cazadores de venados muy veloces… “y son tan sueltos que los toman por los pies…”. Por su parte testimonia Luis Ramírez en sus cartas que “estos querandíes son tan ligeros que alcanzan un venado por los pies…”